Si hay una frase repetida hasta la saciedad es que las
personas se resisten al cambio. Sin embargo disiento de este tópico aparentemente
irrefutable ¿conoces a alguna persona que haya obtenido un importante premio en
una lotería y que lo haya rechazado por el miedo al cambio que eso implicaría
en su vida? El cambio, como tal, no genera resistencia, son los elementos que
lo acompañan los que provocan ese tipo de reacciones. Básicamente la incertidumbre sobre lo que el cambio me supondrá, lo que puedo ganar y lo que puedo perder.
Cuando nos situamos en el genérico de que todas las personas
se resisten al cambio, nos colocamos en un terreno de impotencia ¡¡qué podemos
hacer ante una ley casi divina!! Si llegamos a comprender qué mecanismos concretos
acaban provocando esa resistencia abrimos la oportunidad de actuar para
evitarla.
La resistencia al cambio se asienta en varios factores que
cuando se presentan simultáneamente pueden convertir esa resistencia en una
fuerza difícil de contrarrestar:
1. Falta de claridad respecto a los objetivos
que el cambio pretende, con la consiguiente incertidumbre sobre sus
consecuencias. Para quién propone los cambios estos pueden parecer claros y sus
beneficios evidentes, sin embargo lo trascendente es si las demás personas que
han de participar y hacer posible el cambio lo comprenden con claridad e
identifican los beneficios propios que ese cambio les aporta.
2. Las personas sienten que les quieren cambiar. Lo que llamamos genéricamente como resistencia al cambio, es más bien la resistencia de otros al cambio que yo o que nosotros queremos ¿a quién de nosotros le gusta hacer un cambio que son otros quienes definen y plantean? En consecuencia, el grado de resistencia al cambio que encuentra una propuesta es una consecuencia de la forma en que ese cambio se ha definido y planteado. El compromiso de otros se logra más fácilmente cuando se sienten copartícipes, cocreadores de lo que se propone.
2. Las personas sienten que les quieren cambiar. Lo que llamamos genéricamente como resistencia al cambio, es más bien la resistencia de otros al cambio que yo o que nosotros queremos ¿a quién de nosotros le gusta hacer un cambio que son otros quienes definen y plantean? En consecuencia, el grado de resistencia al cambio que encuentra una propuesta es una consecuencia de la forma en que ese cambio se ha definido y planteado. El compromiso de otros se logra más fácilmente cuando se sienten copartícipes, cocreadores de lo que se propone.
3. Percepción del objetivo de cambio como una
amenaza. Puede que el objetivo sea claro, incluso pueden entenderse sus
beneficios, pero si la persona percibe zonas oscuras en las que adivina que
pueden surgir amenazas a sus intereses, manifestará conductas que
interpretaremos como muestra de la resistencia al cambio.
4. Valoración de que el cambio implica perder
cosas que uno valora. Frecuentemente quienes promueven los cambios
concentran su atención exclusivamente en convencer de las ventajas que el
cambio va a aportar. Olvidan, sin embargo, hacer explícito qué es lo que va a
permanecer. En ese marco, hay personas que sienten que el cambio va a suponer
la pérdida de cosas que ellos estiman esenciales.
5. Tener la percepción de que no cambiar apenas
implica riesgos. ¿Para qué cambiar si siguiendo como estamos podemos seguir
adelante? Todo cambio implica un esfuerzo que hemos de valorar necesario. Si el
mantenerse sin cambiar no presenta consecuencias negativas aparentes, el cambio
planteado encontrará mucha más resistencia que en un escenario en el que no
cambiar sea vivido como una situación de consecuencias peligrosas.
En este video se presentan estas ideas de una manera
sencilla y clara.