jueves, 24 de septiembre de 2009

Aprendiendo a poner límites


No, no tengo la gripe A, ni me han abducido los extraterrestres. La escasa actividad del blog se debe a algo tan prosaico como que estoy con mucho trabajo entre manos. Leo que el 59% de los profesionales que ponen en marcha un proyecto laboral por su cuenta no duran más de un año. Yo lo supero ya en cuatro semanas y, como os digo, con un ritmo trepidante, así que no me puedo quejar. La verdad es que aunque pudiera no lo haría ya que estoy encantado con mi nuevo recorrido profesional.

Dentro de cuatro años más podré comprobar si me encuentro en el 15% que superan los cinco años o en el 85% que cierran la persiana antes. Si tengo que apostar, con los datos que tengo ahora en la mano, seguro que paso el siguiente hito.

¿Qué qué hago? Estoy dirigiendo el Plan Estratégico de una ciudad mediana, apoyando en el Plan Estratégico de Servicios Sociales de una Comunidad Autónoma y liderando el Plan de Calidad que lleva incluido, apoyando a una Federación de Municipios en su proceso de reflexión estratégica, apoyando al departamento de Servicios Sociales de un Gobierno Autónomo, ayudando a un par de ayuntamientos (uno capital de provincia, otro pequeño) a organizar y mejorar sus servicios sociales, participando como coach en varios programas de desarrollo del liderazgo en empresas y en una Diputación y realizando labores de facilitación del aprendizaje en programas de la empresa BTS y en otros de manera personal….. y además evaluador senior en una de las evaluaciones externas (modelo EFQM) que organiza Euskalit (Fundación Vasca para el Fomento de la Calidad). Vamos que no me aburro. Bueno, no sólo eso sino que estoy disfrutando.

Pero todo tiene su área de mejora. Uno de los aprendizajes que estoy realizando (y que aún no he superado) tiene que ver precisamente con la delimitación de los límites a los que puede llegar mi compromiso. Cada tema que me plantean me parece apasionante. Cada persona que me pide ayuda me parece que merece mi esfuerzo,…. Claro que luego hay que trabajar a horas y en días que no debiera. Me digo que son cosas del comienzo de un nuevo proyecto profesional pero creo que tengo que aprender esta lección pronto. Si tenéis alguna sugerencia seguro que me será útil.

domingo, 13 de septiembre de 2009

El tiempo y la emoción de vivir



Conocí a Luisa hace ya unos cuantos años. Ambos estudiábamos sociología en la Universidad de Deusto. Ella, además, trabajaba en Televisión Española dando muestras de la capacidad de trabajo y la constancia en la consecución de sus objetivos que siempre la han caracterizado. Al finalizar los estudios dejamos de vernos durante bastantes años. Otra compañera de estudios y amiga de ambos, Karmele, que marchó a París era la que nos reunía de vez en cuando en sus viajes a Bilbao. Parecía que sin su convocatoria no había impulso suficiente para encontramos, Luisa, Germán, Garbiñe, José Luis, Gonzalo, Karmele.

No sé si será un fenómeno generalizado relacionado con el paso de los años, el caso que hubo un determinado momento en que sentí la necesidad de recuperar aquel grupo de amigos. Nos independizamos de las convocatorias de Karmele y surgieron nuevos momentos para encontrarnos entre los que tiene un lugar destacado el pasar un fin de semana en el magnífico chalet de Boadilla (Madrid) en el que vive Luisa. Son días de reencuentro, de puesta en común, de risas y de descanso. Y aquí estoy, en pleno “retiro”, leyendo la prensa y disfrutando del singular placer de, simplemente, estar.

Maruja Torres escribe en su página de El País Semanal sobre el tiempo. A partir de un programa de Redes, la serie que dirige Eduardo Punset, comenta de qué maneras tan diferentes percibimos el tiempo. Hay momentos en que parece fluir a la velocidad de la luz, otros es como si transcurriera a cámara lenta. Al final, una vez más, lo importante no es el paso mecánico de eso que hemos dado en llamar tiempo y que medimos en segundos, minutos, horas,…., sino la forma en que nos conectamos con lo que nos rodea, con nosotros mismo. Cuando vivimos con intensidad el presente, cuando somos capaces de poner nuestras emociones en lo que está ocurriendo, cuando nos hacemos conscientes de lo que hacemos hasta llegar casi a fusionarnos con ello, el tiempo desaparece. No creo que haya alguien que no haya experimentado esa sensación contemplando un paisaje que le conmueve, leyendo un libro que le arrebata, charlando con un amigo,….

Sin embargo, parece que la forma de vida en la que estamos inmersos nos impulsa a desconectarnos de la propia vida, de lo que hacemos. Pensando en lo que hemos hecho, en lo que tenemos que hacer, en lo que deberíamos hacer, en el poco tiempo que tenemos para hacerlo, dejamos que la vida se nos escurra entre los dedos. “La vida es eso que ocurre mientras estamos ocupados”, leía hace tiempo. Y nos atrapa la sensación de vacío, de rutina, de falta de emoción. Seguramente no es posible estar permanentemente en ese estado de fusión con la vida, pero aumentar la capacidad de conexión con la emoción de vivir es otro desafío que no quiero dejar para mañana.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El primer día del resto de nuestra vida

Posted by Picasa
No recuerdo dónde leí la frase, pero la idea de que “hoy comienza el resto de tu vida” se me quedó grabada. Me parece una metáfora muy sugerente para recordarnos que cada día es especial. “Hoy puede ser un gran día”, cantaba Serrat. Es una manera de hacernos ver que cada día es un buen momento de empezar cualquier proyecto, de renovarnos. A muchos les puede resultar contradictoria esta asociación de ideas con el comienzo del trabajo después de las siempre ansiadas vacaciones.

Asociamos el trabajo con rutina, con obligaciones, con madrugar, con aguantar a personas que en otras circunstancias evitaríamos,…. Y sin duda hay mucho de todo eso. Pero cada una de esas situaciones tiene su desafío, su aventura incorporada. La diferencia tiene mucho más que ver con los pensamientos que asociamos que con la característica intrínseca del hecho de trabajar. Sin embargo, parece que lo “socialmente correcto” es quejarnos por el final de ese periodo que parece resumir el sumun de la felicidad y que llamamos vacaciones.

Os propongo un juego, tratar de construir una narración de vuestras vacaciones que destaque los momentos más incómodos (las caravanas, las esperas en aeropuertos, la mala comida en determinado restaurante, los mosquitos u otros insectos que te masacraron, los niños que se pusieron enfermos, la pérdida de la batería de la cámara, los madrugones para las excursiones previstas, los vecinos ruidosos, el robo de la cartera, ….) o las situaciones más rutinarias o con menos interés. Seguro que lo consigues. ¿Eso cuestiona lo sugerentes e interesantes que son las vacaciones o su utilidad para recuperar energías? Sin duda que no.

¿Por qué no revisar nuestra interpretación de la cotidianeidad, del trabajo? ¿Por qué no buscar los desafíos del día a día? ¿Las oportunidades de descubrir cosas nuevas, de encontrar en las personas que nos rodean facetas y matices diferentes, de darnos la oportunidad de cambiar nosotros mismos? No hay dos días iguales, ni dos minutos, ni dos segundos. Disfrutemos de descubrirlos cada día. Este es mi desafío para el comienzo de este nuevo “curso”. Te invito a que me acompañes.