viernes, 31 de julio de 2009

Inocencia y reponsabilidad

Prácticamente sumergido en las vacaciones veraniegas qué mejor motivo para un post que una novela, como no, de género negro al que soy adicto. En esta ocasión se ha convertido, por uno de esos misterios inescrutables de la sociedad de consumo (¿por qué este sí y otros no?), en un éxito de ventas. Me estoy refiriendo a la trilogía del fallecido Stieg Larsson publicada bajo el título genérico de Milenium. He finalizado recientemente su segundo volumen, "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina". No voy a glosar aquí la obra, aunque si dejo claro que me parecen unas buenas novelas a pesar de su categorización como best seller, lo que a algunas personas les lleva a asociarlo con mala literatura. No me parece que sea el caso.

A lo largo de la novela se menciona un par de veces una frase que me parece interesante: "La inocencia no existe, solo diferentes niveles de responsabilidad". Una forma diferente de huir de la lógica de la culpa (si no hay inocencia no hay culpabilidad) que subraya de una manera muy contundente que todos teneComprobar ortografíamos algo de responsabilidad en lo que nos ocurre o en lo que ocurre a nuestro alrededor. Una reflexión que nos lleva a abandonar la tranquilidad de la impotencia (si soy inocente, si no tengo nada que ver en lo que pasa, tampoco puedo hacer nada, nada está en mi mano, soy impotente) para adentrarnos en la responsabilidad del ser humano adulto (reconozco que en lo que ha ocurrido también hay una parte de responsabilidad, por pequeña que sea, que me corresponde, en consecuencia tengo el poder de actuar sobre ese ámbito).

Dejo esta reflexión para las siestas del verano. Nos leemos en septiembre. Me temo que antes no encuentre momento para redactar nuevos post.

sábado, 18 de julio de 2009

Trabajo en red, gobernanza y servicios sociales

No estoy de vacaciones pero casi. Eso es lo malo, el “casi”, porque supone un montón de cosas para cerrar que conviven con las ganas de tomarse un merecido descanso y con los festivales de jazz que no puedo perderme (ayer Dee Dee Bridgewater estuvo inmensa en Vitoria). Como resultado las entradas al blog se han espaciado. Pero no quiero llegar al parón estival sin dar continuidad a los comentarios que Asier Gallastegi y Francisco Javier Bárez realizaron en torno al para qué están los servicios sociales.

Retomo el tema: ¿han de ser los servicios sociales quienes asuman en liderazgo de la coordinación de acciones de los diferentes pilares del Estado de Bienestar? En mi opinión, tanto el sistema sanitario como el educativo, han llegado a tal nivel de estructuración de su propio espacio, tienen una identidad tan clara que incluso cuando actúan en la “periferia” de sus ámbitos respectivos lo hacen desde dentro de su propia estructura organizativa. Su núcleo duro de actuación se plantea con pocas conexiones con otros sistemas, son, en ese sentido un tanto autárquicos.

Los servicios sociales en cuanto un sistema mucho más desestructurado, más reciente, menos definido, con una dotación inferior de recursos, cuando se enfrentan a su tarea frecuentemente tienen una conciencia clara de que necesitan de otros para resultar efectivos. Desde sanidad a educación pero también vivienda, empleo,… Su posición estructural les sitúa en el lugar de ese vecino que siempre es el que convoca las reuniones de la comunidad para tratar los problemas que considera comunes.

Sin embargo, esa posición más sensible para identificar las necesidades de actuación concertada se confunde frecuentemente con la idea de que los servicios sociales han de asumir el liderazgo de esa situación. El asunto se complica cuando se entiende el liderazgo como la identificación de “quién manda” en ese equipo ad hoc interinstitucional.

Lo que tenemos que plantearnos es que trabajamos en un entorno en el que los diferentes sistemas o pilares del Estado de Bienestar son, a su vez, nodos, puntos de conexión de un sistema social y político mucho más amplio. Esta perspectiva reticular, de red, nos debe llevar a pensar que la interacción entre estos sistemas, incluso entre diferentes nodos de cada uno de estos sistemas (véase en servicios sociales los servicios de atención primaria y lo especializados, por ejemplo), debe ser necesariamente una relación dinámica en la que nadie tenga un liderazgo continuado pero todos lo asuman cuando la situación lo requiera.

El trabajo en red rompe la mentalidad cartesiana y racionalista que busca tenerlo todo clasificado y bien clasificado, donde todo esté claro y siempre sea así. El trabajo en red supone asumir una ambigüedad en las formas, en los liderazgos, pero requiere una gran habilidad relacional y una idea clara del funcionamiento sistémico del conjunto. Es en esas direcciones en la que tenemos que fortalecer la preparación técnica de nuestros equipos.

Para liarlo un poco más, esa red no incluye sólo a entidades públicas sino que las entidades sociales, las empresas, las asociaciones,…. también constituyen este panorama rico y complejo cuyo gobierno requiere de otra forma de entender la gestión, requiere de lo que se ha dado en llamar gobernanza, como resumen de una nueva gestión relacional.

Oye, para estar casi de vacaciones creo que es suficiente.

sábado, 4 de julio de 2009

Persuasión e influencia


Hace ya unos meses que terminé el libro de Kurt W. Mortensen titulado “El arte de influir en los demás. Dominando las 12 leyes de la persuasión”. Lo hice poco después de otra obra a la que he dedicado varias entradas y me pareció que tenía que dejar un respiro antes de volver al tema de la influencia. Ya ha pasado un tiempo prudencial, así que voy a comentaros esta lectura.

El libro de Mortensen, aunque se presenta como una propuesta que articula una serie de leyes para mejorar la capacidad de influir en otros, en la práctica me parece más una recopilación de doce enfoques que no llegan a encontrar un hilo teórico conductor que les dé coherencia. Claro que esa debilidad es también su fortaleza ya que, leído de esa manera, nos presenta un abanico de elementos interesantes.

Una propuesta interesante aparece en la introducción del libro, dónde clasifica diferentes estrategias de persuasión según su duración en el tiempo. De esta manera, la estrategia del control (basada en la fuerza, el temor y la amenaza) es efectiva pero sólo a corto plazo. En cambio la influencia más duradera y sostenida en el tiempo es la del compromiso (basada en el respeto, el honor y la confianza). En la figura os adjunto la pirámide que Mortensen presenta.

Paso seguidamente a resumir telegráficamente las que Mortensen denomina las doce leyes universales para dominar la persuasión:

1. La ley de la disonancia: “La gente normalmente tiene más tendencia a seguir y a gravitar hacia las personas que son coherentes en su comportamiento”.

2. La ley de la obligación o de la reciprocidad: “Cuando los demás hacen algo por nosotros sentimos una fuerte necesidad, incluso una presión, para devolver el favor”.

3. La ley de la conectividad: “Cuanto más conectados nos sentimos con alguien, o nos sentimos más parte de alguien, o cuando alguien nos gusta o nos atrae, más persuasivo nos resulta”.

4. La ley de la validación social: “Tendemos a cambiar nuestras percepciones, opiniones y comportamientos de acuerdo y coherentemente con las normas del grupo (…) consideramos que el comportamiento es más correcto cuando vemos que lo tienen otras personas”.

5. La ley de la escasez: “Las oportunidades siempre son más valiosas y emocionantes cuando son escasas y están menos disponibles”.

6. La ley del envoltorio verbal: “Cuanto más hábil sea una persona en el uso del lenguaje, más persuasiva será”. Incluye el autor una cita de Jim Rohn que dice La persuasión verdadera procede de poner más de usted en todo lo que dice. Las palabras tienen efecto. Las palabras llenas de emoción tienen un efecto poderoso.

7. La ley del contraste: “Cuando nos presentan dos alternativas completamente distintas de forma sucesiva (…), en general, si la segunda opción es muy distinta de la primera, tendemos a verla incluso más diferente de lo que es en realidad”.

8. La ley de las expectativas: “Una persona tiende a tomar decisiones en función de cómo esperan los demás que actúe”.

9. La ley de la implicación: “Cuanto más se atraigan los cinco sentidos de alguien, cuanto más los implique mental y físicamente y cree el ambiente adecuado para la persuasión, más efectividad y persuasión conseguirá”.

10. La ley de la valoración: “Todas las personas necesitan y quieren elogios, reconocimiento y aceptación”.

11. La ley de la asociación: “Para mantener el orden en el mundo, nuestro cerebro relaciona objetos, gestos y símbolos con nuestros sentimientos, recuerdos y experiencias vitales (…) Los maestros de la persuasión se aprovechan de la asociación para evocar sentimientos y pensamientos positivos que correspondan al mensaje que intentan transmitir”.

12. La ley del equilibrio: “A la hora de persuadir, debe concentrar su mensaje en las emociones, a la vez que mantiene el equilibrio entre la lógica y los sentimientos”.